10 de enero de 2011

La verdad del mundo

La verdad del mundo es una trompada. El mundo no es blandito ni rosa, es vertiginoso y sangra.

El verdadero amor es violento, la verdadera violencia es sin golpes, los golpes son mentira y el amor trata de explicar la verdad del mundo.

La verdad del mundo es un grupo de ordenadas hormigas y el árbol que me mira mientras el viento le baila las hojas. La verdad del mundo no es un diálogo de cotorras.

La verdad del mundo es interrumpida por personas que se creen que tienen luz.

La verdad del mundo es, sin dudas, mis hijos gritando cuando juegan. La otra verdad del mundo, de la que debo protegerlos, es la hipocresía (cara y barata).

La verdad del mundo también es la muerte y es una verdad de mierda. Las enfermedades son mentira. La cagada es que también las mentiras son la verdad del mundo.

La verdad del mundo son y no son las quejas, pero seguro que sí son las alegrías.

La verdad del mundo es penetrarla y gozar. Fingir es verdad también.

La verdad del mundo es una flor de puteada gritada desde el fondo del cerebro: lareputaqueteparió!

La verdad del mundo no es Dios, ni los santos, ni las religiones, ni el ateísmo. La verdad del mundo es buena, pero es real.

La verdad del mundo es, creo que seguramente, algunas cosas más sutiles y refinadas que en este momento (y generalmente) no me salen; porque no son importantes.

La verdad del mundo está en mi cabeza y en la tuya, y también en esa mierda de persona.

La verdad del mundo no distingue países, pero sí le da bola a los contextos.

La verdad del mundo es arte y es vacío también.

La verdad del mundo soy yo (o la verdad, mi mundo soy yo; o sin yo no hay verdad ni mundo mío).

Lo que está lejos y lo que está cerca, la filosofía y esta piedra, son y no son. El viento es.

La verdad del mundo es única. Si yo me pudiera transportar a otros mundos o a otras épocas de este mundo, mi verdad seguiría siendo la misma pero con otra ropa. Pero a quién le importa, no?

La verdad del mundo es tan aplastante que sólo siendo hábil y liviano se puede ir robándole cachitos y descubrirla.

La verdad del mundo puede cambiar, sobre todo si yo miro a la derecha en vez de hacia adelante.

La brisa no es la verdad del viento, es algo blandito, no sirve.

Cincuenta y ocho debe ser un número verdadero, porque me sale cada vez que quiero decir un número al azar. A mi hijo le sale el sesenta y dos, así que debemos estar bien rumbeados.

Ese cable que da la vuelta al mundo sobre nuestras cabezas es un arma para escondernos la verdad. Yo veo al cable pero la verdad es invisible.

Encontrar a alguien, que alguien se vaya o que vuelva, que alguien hable por ahí o que alguien sea famoso, todo eso no es verdad, porque alguien no es nadie.

La verdad del mundo no entra en una hoja, pero sí en una oración. Entra mejor en una sin palabras, en una con vida.

Quien esté tentado de citar a un sánguche de milanesa cuando piensa en la verdad del mundo, quizás esté en lo cierto, pero qué poco original…

Las manchas.
La lámpara de lava.
Los ruidos de animales. (No ese cerdo que hace ruido todo el tiempo con su máquina de cortar pasto de clase alta).
Que llueva ahora mismo.
Todo eso tiene que ser algo.

Las interrupciones siguen siendo sólo eso, o deberían serlo.

Ir muy adentro y encontrar el corazón puede significar algo. Todo depende del corazón.

Que tenga barba o que sea miope, no me impide meterme dentro mío y ver. Pero recordemos que la verdad del mundo no se ve.

El cansancio, la enfermedad y la muerte van de la mano, la verdad del mundo va sola y conmigo.

Nico dice que ya se está haciendo de noche y aunque yo todavía veo el sol atardecido, él no puede mentir ni dejar de decir todas las verdades del mundo.

El amor sigue tratando de explicar la verdad del mundo.

 

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